viernes, 12 de diciembre de 2014

Violencia en el fútbol

Los últimos acontecimientos ocurridos en los alrededores de Madrid Río, más concretamente, en los alendaños del estadio Vicente Calderón, propiedad del Atlético de Madrid, han catapultado a la primera plana de la sociedad, la violencia en el fútbol.

No pretendo posicionarme, sino desglosar los actos, y exponer mi opinión sobre este tema tan candente en los últimos tiempos, no solo en los campos, sino también fuera de ellos.
Lo del mundo ultra en España no es nada nuevo, lleva existiendo tal y como se conoce ahora desde la década de los 80, aunque la muerte del ultra gallego, ha provocado una caza de brujas sin precedentes, no solo a los hinchas más radicales, sino al aficionado de a pie, a ese que no pertenece a ningún grupo violento, ni que utiliza el fútbol como posicionamiento ideológico de una idea, y la plasma en la calle, con odio y violencia a los que no son de su misma condición. Ese despotismo y tozudez llega a matar, como hemos comprobado in situ estos días. A esa gente claro que hay que señalarla con el dedo jurisdiccional y justiciero, y proceder a castigarla y sancionarla con las medidas oportunas, pero a todos por igual. No a unos echarles del estadio, y a otros ponerles una pequeña sanción de varios partidos con la negativa de entrar a el estadio. Porque son iguales, y se citan para realizar batallas campales, con el grave riesgo para los demás ciudadanos.

Lo que intento denunciar, es esa psicosis que se está empezando a producir en los estadios, esa que ha hecho que varios aficionados pierdan sus respectivos abonos, por soltar algún improperio, o criticar alguna actuación de algún jugador. Parece ser que los cabeza de turco van a ser los aficionados de a pie, esos tantos y tantos millones de personas, que un domingo a la tarde cogen su mochila con su entrada, bocadillo y refresco y se van a ver jugar a su equipo, a sufrir, a divertirse, a que se te pasen miles de sentimientos en un campo de fútbol, un deporte pasional, fluido entre los aficionados, pero que están intentando cohibir las autoridades que lo competen. ¿quién no se ha enfadado y ha gritado en un campo de fútbol? ¿quién no ha dicho algún improperio en un momento puntual? La rivalidad sana, el intercambio de cánticos (sin hacer apología de racismo, terrorismo, y otros de difuntos por supuesto) eso es fútbol también, no solo lo que acontece en el terreno de juego. El fútbol es lo que es por los aficionados que abarrotan los estadios jornada tras jornada, por los que se comprar las camisetas.

En definitiva, el fútbol es de los aficionados, exceptuando a los que lo utilizan como instrumento de violencia, pero a esos no les considero aficionados a el fútbol. A esos mano dura, ya que los distintos organismos de seguridad los tienen localizados.
Mientras tanto, tratemos con coherencia y sin abuso de autoridad a los aficionados que hacen posible esto.